jueves, 18 de septiembre de 2008

Nit del Foc (II)

Puse el chip de esclava. Lo hago a menudo, cada día mucho menos que el anterior pero aún me pasa. Y esa noche lo hice. Tenía miedo, miedo de quedarme sola, miedo de que se lo dijera a mi madre, miedo de que él me pegara… Y él lo notó. Creo que en ese momento, supo cómo me haría pagar todo lo que le estaba pasando. Fuimos a casa, y yo ya no tenía un dueño, sino dos. Empecé a comportarme como su esclava. Durante el camino yo solo contestaba, mirando al suelo, lo que ellos querían oír. Así fuera insultos contra mí misma. Él estaba muy nervioso, casi le pilla un coche 2 veces. Ella estaba muy preocupada por él, y me dijo que lo dejáramos en “neutral”, que de ser mi mejor amiga, pasábamos a eso. Era un gran esfuerzo teniendo en cuenta que yo me acababa de acostar con su novio. Llegamos a mi casa, y cenamos con mi madre. Siendo los tres buenísimos actores, apenas se noto. Y de repente logré sentir algo. Los vi besándose en el pasillo de MÍ casa, y me enfurecí. ¿Es que él nunca iba a tener las más mínima consideración conmigo? Parecía que ella había empezado ya a perdonarle. Él aprovechó ese acercamiento para estar cariñoso, dulce y dócil, pegado a ella todo el tiempo. Mi madre notó algo raro, pero no dijo nada. Quería que me dijera que me quedase en casa. No quería salir con ellos. Sólo quería dormir…
Era la última noche que él pasaba en valencia, la Nit del Foc, la noche anterior a la Cremá, la del castillo más largo y espectacular. Nos fuimos a verlo, y vinieron mi hermano mayor y mi tía. Al salir de casa, ya fue una cosa exagerada. Llovía, y él me quitó mi paraguas (el único que había) y la abrazó para cubrirla con él y protegerla de la lluvia. No paraba de abrazarla, mimarla y acariciarla. Delante de mi familia, para los que yo estaba quedando como una cornuda consentida. Que, por otra parte, supongo que es lo que era. Le dije a él que se cortara un poco, que me iba a crear muchos problemas. Me miró como siempre, fijamente, y como si fuera un ser q no mereciera nada y me dijo que no le importaba, que a él sólo le importaba Clara, que yo era muy buena mentirosa, que me inventara algo para explicárselo, que ella estaba mal y necesitaba apoyo, o algo así. Estaba desesperada. Él me estaba despreciando delante de todo el mundo. Se notaba en sus gestos, en su manera de mirarme, de apartarme de él, aunque no escucharan lo que decía, la situación era muy incómoda. Intenté q nos separáramos. Intenté que mi familia se fuera por un lado, y yo con ellos, pero él me lo impidió. Finalmente mi hermano se dio cuenta de que por alguna razón, yo no quería que vinieran con nosotros, y se fue con mi tía. Fue un pequeño alivio, pero aún me quedaba una bonita noche de humillaciones, de poner la mente en blanco para poder seguir adelante. Ella quería que me fuera, lo sé, y habría sido lo más adecuado. Pero él no me dejó. Quería que fuese su sirvienta, la de los dos, toda la noche. Quería mostrarle a ella cuál era la diferencia entre ella y yo, quería demostrarle que a ella la amaba, mientras que a mí me despreciaba. Quería rebajarme para que ella se sintiera mejor y comprobara que yo no significaba nada para él. Quería enseñarle que para él yo no era más que una mascota, que no tenía que preocuparse, pues yo, comprada con ella, no merecía siquiera ser llamada mujer. Clara, como mujer, se había sentido traicionada, y muy herida esa noche. Necesitaba no sentir que su amor propio se veía afectado, y aún estaba en shock, así que supongo que por eso lo permitió. Fui su sierva esa noche. Fuimos hasta facultats, al lado de la preciosa Facultad de Medicina, mi sueño… fuimos a ver el castillo más bonito… y yo quería morirme. Quería irme a casa, llamar a algún amigo y llorar toda la noche, en mi cama, en mi casa…
No quiero contar lo que pasó después. No puedo. Al final de la noche, me dejaron en una parada de autobús nocturno, sin corazón, sin alma, sin poder casi andar, sucia y atemorizada. Esa noche casi llegó a convencerme de que era un animal. Pero me lo había ganado yo. Me lo merecía. “No puedes jugar con tu dueño, puta”… No puedo olvidar ese susurro. Yo no había intentado jugar con nada, pero tenía razón. Me fui a casa e intenté no pensar. A la mañana siguiente él se marchaba a Madrid. Fui a la estación de autobuses. Vi cómo se besaban para despedirse. A mí ni me miró. Me quedé apartada, con las que serían mis mejores aliadas durante años: Mis gafas de sol. Durante mucho tiempo nadie pudo ver mis ojos. Ni en sitios cerrados. Pero esa es otra larga historia. Era el último día de las fallas. Me fui a casa, me di una ducha y me fui a la playa. Las playas de Valencia y Alicante siempre me recuerdan a Iván y a Daniel (aunque no sepáis quiénes son), me ponen triste, pero me hacen volver a ser yo misma. Sentirme querida y protegida. Mi familia me dijo que tenía una cara horrible, que qué me pasaba. Me volví a vestir toda de negro, para su preocupación, y quedé de nuevo con Clara. Estuvimos el resto del día juntas. Me miraba, me preguntaba… estaba destrozada, y yo era su mejor amiga, así que, aunque fuera retorcido, yo la consolé. Contesté a todas sus preguntas, la abracé, pasé tiempo con ella. Me dijo que me utilizaba para no estar furiosa mientras estaba conmigo. Se vistió de fallera. Estaba preciosa, parecía una princesa, una de esas embargadas constantemente por una tristeza infinita. Era superior a mí. Ella lo sabía, y yo también. Y la quería tanto… Después del desfile y las flores, se volvió a vestir de gótica, y nos fuimos a buscar alguna cremá donde pasar desapercibidas. La Cremá es la última noche de las fallas, es cuando todo se quema, literalmente, y con ello se supone que todo queda atrás y empiezas de nuevo. Tenía tantas ganas de quemarme con la falla de Alemania- El Bachiller… Mientras la falla ardía empecé a recordar el último año de mi vida. El fracaso en los estudios, mi llanto durante mi “primera vez”, la patada de mis amigas, todas las violaciones, la huida a valencia, las pastillas del día después, el probador de El Corte Inglés, la desconfianza de mis padres, el desprecio en sus ojos, las tortas, las veces que él, yo, o sus amigos me habíamos llamado puta, inútil, zorra, esclava, perra… todas las miradas, las piernas temblando todos los días, la sangre, el collar de perro , las acusaciones de drogas, los abrazos de judas, la soledad, el miedo, los llantos, los gritos, lo torpe que era, las mentiras, los tirones de pelo, sirvienta, “no vas a llegar nunca a nada, no ves que sólo eres una zorra a la que le gusta que la azoten?”, las amenzas, las humillaciones “dí que eres una perra buscona y suplícame que te de por detrás, o me iré” Los desmayos, el hambre, los hospitales, la incomprensión, mi amor, mi entrega, mi corazón, los cortes de los brazos, mirar al suelo, gorda, puta, inútil, valer menos que las demás, las esperas, las llamadas, ser la última, sufrir, llorar, suplicar, arrastrarme, los golpes, los escupitajos…. No podía parar, estallé, empecé a gritar y a llorar. Clara me abrazó. Acabamos las dos en el suelo, llorando mientras se quemaba la obra de los de la falla. Terminaba la fiesta, terminaban mis sueños, terminaban mis fuerzas, terminaba mi vida… Estuve llorando muchas, muchísimas horas, hasta q la falla (de más de 20 metros de altura) quedó reducida a cenizas. Lloré hasta que se hubo ido todo el mundo. Lloré hasta que hacía demasiado frío como para poder seguir pensando en otra cosa que no fuera ir a casa. Clara temblaba. Todo el mundo sabe que los looks góticos no son famosos por su pragmatismo. Y se estaba helando, se estaba helando tanto que le dolían las piernas y los brazos, no sentía los dedos de las manos ni la nariz, y no paraba de temblar. Me pidió que fuéramos a casa. Ella nunca me había visto así. Nos fuimos a buscar una cafetería, pero era muy muy tarde, así que fuimos a casa. Yo estaba agotada. Al apretarme, me había hecho daño en los brazos, y quiso saber por qué, me quitó la ropa y vio los cortes, parecían más graves de lo que eran porque estaban cicatrizando exageradamente y estaban irritados del frío y de los abrazos fuertes. Me untó terramicina. Fue un alivio, llevaban doliendo todo el tiempo, pero eso me ayudaba a mantenerme relativamente serena. Clara creía que yo me drogaba. Él se lo había dicho. Me senté en el suelo de su habitación. Me dolía el estómago indescriptiblemente. Ella al día siguiente tenía clase en la facultad. Yo al día siguiente tenía pensado no despertar. Me pidió un taxi, que tardó cerca de una hora en venir (la hora, las fallas…) le dio dinero y le dijo que me llevara a casa. Yo me asusté. Empecé a pensar en qué pasaría si el taxista se daba cuenta de que yo era una perra. Me echaría del taxi? Me patearía? Volví a temblar y vomité del miedo. Él pensó que estaba enferma y me preguntó si quería ir al hospital. Me hizo muchas preguntas, pero sólo acerté a decir “Quiero ir a casa”. Supongo que entonces pensó que estaba borracha, o drogada. Y me llevó a casa. Subí a mi habitación, apagué el móvil, me desnudé, puse la calefacción a tope, me puse una de las mordazas que él me había regalado (sabía que tendría pesadillas, y que gritaría durante ellas, y no quería que me oyesen) me envolví en el edredón nórdico, puse algo de música bajita, y me dormí. Dormí 27 horas. Nadie entró a ver qué me pasaba. Y fue mejor así.

martes, 16 de septiembre de 2008

Nit del Foc (I)

Yo le pedí que no lo hiciera. Eran las fallas, en Valencia. Él había bajado desde Madrid para pasar esas fiestas con nosotras. Con Clara, y conmigo. Oficialmente, como siempre, ella era la novia y yo la amiga. Era incómodo, pero aunque no lo parezca, tampoco era tan grave… podía desconectar fácilmente con un libro, o el mp4, mirando las fallas o los castillos, cerrando fuertemente los ojos para sentir la mascletá, para desear que algo me sacase de allí… mientras sentía sus manos en cualquier parte de mi cuerpo. Aprovechaba cualquier segundo en que ella no mirase para recordarme que yo era suya también. Y fui tan estúpida como para seguirle el juego. Cada vez que ella se daba la vuelta, se distraía o se iba, yo intentaba obtener de él un beso, una mirada, una caricia… y esa fue mi perdición. Habíamos estado todo el día jugando con fuego. Yo sabía que una de las poquísimas cosas que yo podía ofrecerle para que me mirase siquiera era que nunca decía que no. Conmigo podía cumplir cualquiera de sus fantasías, en cualquier momento y en cualquier lugar. En aquel restaurante, cuando Clara se fue al servicio, aproveché mis únicas armas e intenté excitarle. Sé que no hay ninguna justificación válida… pero yo quería que me prestara atención. Minutos antes, al otro lado de la misma mesa del reservado, él la había masturbado delante de mí, aunque ella estuviera tan obnubilada como para no darse cuenta de que yo estaba mirando, porque él me lo había ordenado. Yo sólo quería que me tocara a mí también. Estaba nublado, uno de esos días en que hace calor y se nota la fuerza del sol, pero todo el cielo está cubierto por nubes grises que no dejan pasar más que una frustrante luminosidad incómoda, que parece no venir a cuento. Odio esos días. Me ponen de mal humor, y pienso siempre que algo va a salir mal. Y se lo dije a Clara. Para ella, y más a partir de aquel día, yo siempre fui una persona inestable, incómoda. Me quería mucho, pero estaba segura de que yo era una desequilibrada irresponsable, y por tanto, peligrosa. Creía que estaba obsesionada con SU novio, y que era bastante puta, por lo que él y yo misma le contábamos sobre mí. Todo esto me hacía una bomba de relojería para ella, así que cuando yo decía que algo saldría mal, o que tenía miedo de algo, era ella la que empezaba a temer qué excentricidad se me ocurriría llevar a cabo esta vez. Así que decidió que nos iríamos a su casa, supongo que quería irse sólo con él. Lo que no sabía era que yo no tenía permitido marcharme. Así que nos fuimos a su casa. Lo manotazos de él se volvieron mucho menos sutiles durante el camino, y supe que estaba caliente. Tuve miedo porque sabía que si se daba la oportunidad, sería especialmente violento conmigo esta vez. Llegamos a su casa y él siguió metiéndole mano a ella de una forma mucho más obvia, pero menos agresiva que a mí. Y ella se levantó, salió de la habitación. Me entró el pánico. Yo la quería, la quería muchísimo. Él me preguntó dónde había ido, y le mentí, le dije que había bajado a la calle a por algo. Por eso, él siempre dijo que yo lo hice aposta, para que rompiera y él se quedara conmigo, pero no fue por eso. Sólo veía una opción. Necesitaba un abrazo de alguien, y sabía que él sólo me lo daría si podía follarme, y que sólo me follaría si creyese que no le crearía ningún problema con ella. Necesitaba que me tocara, que me acariciara… necesitaba dejar de sentirme como si no existiera. Y había otra cosa. Durante mucho tiempo no la quise reconocer, pero esperaba que alguien me rescatase, sé que era muy cruel, egoísta y absurdo, pero pensé que si ella nos pillaba, acabaría esa farsa por fin. No me interesaba especialmente que ellos rompieran, aunque no quería que él le hiciera daño. Lo que yo quería era poder decirle toda la verdad a ella, poder llorar en sus brazos, y poder alejarme de él. No podía imaginarme lo que pasaría. Si me hubiera parado a pensarlo lo habría sabido, pues era lo mimo que yo habría hecho en su lugar. Clara entró en el baño de su habitación, mientras él me penetraba por detrás. Su “Qué estáis haciendo?” me produjo un pánico enorme. Me abracé a él, y él me soltó, me empujó, y me miró como si fuera el ser más repugnante del universo, y corrió junto a ella, a la puerta. Ella actuó con rapidez. Cerró la puerta que unía sus habitaciones con la de su madre, puso música para que no nos escuchara, le dijo a él que se marchara a la otra habitación y a mí que no saliera del baño. Se quedó mirándome un momento. Supongo q trataba de imaginarse qué pasaba por mi cabeza. Yo no me movía. Estaba semidesnuda en el suelo del baño, en un rincón, y miraba al vacío, temblaba, pero no tenía miedo. No sentía nada. Empecé a llorar, pero no sabía por qué, no entendía por qué tenía las mejillas mojadas y veía borroso si yo no sentía nada. Ella se marchó a hablar con él. No creo que tardara mucho, pero yo no podía saberlo. Me puse a observar el baño, era precioso, con su mármol rosa y su bañera de hidromasaje… había un armarito también rosa, lo abrí. Dentro estaban los útiles de aseo, o muchos de ellos, y encontré unas tijeras. Despacio, firmemente, y con paciencia empecé a dibujar líneas paralelas en mis brazos, a lo largo, las hacía más gruesas, más finas, más largas, o más cortas, más profundas o más superficiales, quería que estuvieran unas al lado de otras, pero que fueran diferentes. Cuando la oí entrar en la habitación, guardé las tijeras donde estaban. Los cortes no era demasiado profundos así que no sangraban lo suficiente como para que ella les prestara atención. Empezaron a doler intensa pero quedamente, y me sentí mejor. Seguía llorando. Ella se sentó junto a mí, me miró y me preguntó varias cosas que supongo ya rondaban su cabeza antes de que esto ocurriera.

- Cómo estás?
- Bien….
- Ya. Qué ha pasado?
- Lo siento…
- Sí, eso ya lo sé. Ha sido sólo ésta vez?

(Ése era el momento clave, habría bastado decir No para acabar con al menos parte de esta farsa, deseaba decir que no, gritar que no, debería haber dicho: “NO, no, no, no, llevamos 1 año juntos, me viola, me insulta y me humilla cada vez que hago algo mal, y siempre hago cosas mal, todo es mentira, todo lo que te dice, y todo lo que digo yo. Te ha engañado desde el primer día.” Pero no pude.)

- Sí, sólo esta vez, no sé cómo ha podido pasar, no ha sido culpa suya, he sido yo.
- Sí, ya me lo ha dicho él.

Bingo. Lo sabía. La clave había sido separarnos, ella había pensado que era la mejor forma de sacarnos la verdad, pero para mí era otra manera de manipularme. Yo ya había aprendido entonces a temer lo que él me diría sobre mis actos incluso cuando no estaba presente. Yo sabía que él le habría dicho que yo me le había tirado encima, que le había puesto caliente y que él había perdido la cabeza. Que no me quería, que no le gustaba, que me odiaba, que era una desequilibrada, que me echaran de sus vidas para siempre y todo saldría bien. Lo que yo no podía saber es si él le habría dicho que yo le había intentado seducir siempre o algo así. Si yo le decía la verdad ahora, cabía la posibilidad de que él la hubiese preparado para ello, cabía la posibilidad de perderlos de verdad a los dos, de que ella no me creyese, o de que si me creía, él me destrozase. No quería hacerle daño a ninguno de los dos, sabía que lo que estaba pasando era culpa mía. Y me daba pánico su reacción. Así que tome una decisión rápida y fatal.

“- Sí, sólo esta vez, no sé cómo ha podido pasar, no ha sido culpa suya, he sido yo.”


- Sabía que dependías demasiado de él.
- Lo siento
- Deja de decir eso. Cómo ha pasado?
- He sido yo.
- Sí, eso ya lo sé, pero qué le has hecho?
- Ha sido muy raro, se me ha ido la cabeza, me sentía muy mal y…
- Por qué, María, por qué a mí?
- No, nada de esto es por ti, lo siento, es culpa mía, todo es culpa mía, contamino todo lo que toco, lo he estropeado todo, todo, todo. Lo siento, lo siento. Perdóname, por favor, yo no quería hacerte daño, no quería traicionarte, no quiero perderte…
- No digas eso ahora.
- Lo siento… cómo está él?
- Mal. Se ha venido abajo. Nunca le he visto tan destrozado. Se ha hecho heridas en las manos, no hace más que llorar y pedir perdón. Estoy agotada, María. Esto no puede estar pasando.

Eso era comprensible, ella estaba como ausente, todavía no había llegado a la realidad, no había acusado el golpe. En cuanto a él, su equilibrio mental obviamente no era el óptimo, así que supongo que también cayó bajo la presión, por otra parte, yo sabía que él ya había jugado su carta en todo esto, ya había hecho su personaje de la partida, e incluso el mío. La única variable era Clara. Teníamos que irnos, habíamos quedado a cenar en casa de mi madre. Clara sabía que para ella, Él era mi novio. Le habíamos dicho que era porque si no, al estar yo tan mal de la cabeza no me dejaba salir, ni viajar, ni nada. Como delante de mi madre no nos besábamos, ni dormíamos en su casa ni nada parecido, en principio no había problema. Clara no es de esas personas histéricas que hacen un millón de cosas irracionales que más tarde no se pueden remediar, porque se han encontrado con algo que no esperaban. Ella sabía los enormes problemas que podía provocarme si no íbamos a casa de mi madre, así que decidió que iríamos.

viernes, 5 de septiembre de 2008

A veces me siento rara, vacía... como si quisiera gritar y no pudiera, o no quisiera en el fondo... no sé cómo explicarlo. A veces siento que necesito que alguien me arrastre a una catársis, me siento como anestesiada, pero sabiendo que alguien con buen hacer podría provocar la explosión en cualquier momento. Es como si periódicamente necesitara ese estallido emocional. Y hoy es una de esas noches. No sé por qué ocurre. Siento, de rrepente, que hay demasiada y demasiada poca gente a mi alrededor. Siento que necesito contar algo, llorar algo, descargar, gritar o romper algo, pero con la persona adecuada. Soy un ser social y asocial al mismo tiempo. No me gusta la gente, la gente en general. Me desagrada. Me suelen parecer mediocres (claro, la mayoría es mediocre, si no, no sería la mayoría; y tampoco habría excepciones, ni gente que me gustase.) o vacíos, o sosos, o ignorantes, o cobardes, o de visión limitada, o todo al mismo tiempo. Algunas veces al año me da la sociopatía, de modo que no soporto a gente que no conozco a mi alrededor. Por otra parte, mi "poder" es débil, porque depende de la gente que sí conozco. Yo, aunque nunca se lo admitiría a ellos, dependo de esa gente que sí pueden considerarse amigos. Todo lo que yo sé, conozco, y puedo hacer o resolver, depende de la gente que yo he ido poniendo en puntos estratégicos de mi vida y de este país a lo largo de los últimos 7 años. Puede sonar exagerado, loco, irracional, o algún otro adjetivo similar; sobre todo teniendo en cuenta la situación a la que llegué y que dio origen a este blog. Por eso fue más humillante aún. Para mí. Yo sabía que estaba consintiendo directa e indirectamente todo eso, porque podría haber pedido que me protegieran. Yo sabía que podía hacer una llamada y decir, simplemente "Sácame de aquí", como hice meses más tarde. De hecho, no sólo no hice nada: hice la llamada contraria, varias veces. No le hagas nada, no le digas nada, no vengas, no me llames, no me digas nada, no hagas nada, no se lo digas a nadie, no me saques de aquí... "Estoy bien". Aparte de cuidarme mucho de que, aquellos que de verdad siguen adelante para sacarte de una mala situación digas lo que digas tú, no tuvieran ni el más mínimo indicio de lo que estaba pasando. Pero la gente que me rodea suele confiar en mí ciegamente. Y eso jugó en mi contra. Aparte de los amigos superficiales, que me dieron la espalda, estaban los que me hacían caso casi a ciegas, por lo tanto, si yo les decía, pedía o requería que no hicieran nada, que no lo estropearan, que no se lo dijeran a nadie, o que no era lo que parecía, ellos me creían. estaban allí siempre, por si les necesitaba, pero no intervenían, porque así se lo había pedido yo. En cuanto a los amigos de verdad, los de mayor confianza, yo les alejé de mí para que no vieran nada, para que no pudieran hacer nada por no saber nada, por no tener acceso a mí. Elegí estar sola en esto. Hasta que no pude más. Él siempre me decía que yo me creía una princesa, que siempre me habían hecho creer que lo mereceía todo. Que me habían prestado demasiada antención. Y que yo y mis "amiguitos" jugábamos a ser un ejército. Un ejército que yo paralizaba en su contra. A él le gustaba reirse de mí. Decirme que yo lo había tenido todo, pero que sin él no era nada, por tanto, él tenía todo el poder sobre mí, y sobre todo lo que yo tenía, sabía, o podía hacer.
En fin... no sé si he llegado a contar algo coherente.... de momento, en una de esas noches, me ha hecho bien escribir un poco.
Sólo quiero que alguien me ayude a gritar.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Estoy bien, mucho mejor que hace unos días…
Ya sé que he preocupado a alguien, así que os cuento algo: He huido muchas veces ya, de él y de todo lo que él supone, de todo lo que me recuerde a él y de todo lo que me da miedo. Traté de alejarme, de enterrarlo, de ocultarme yo y de ocultar lo que me había pasado debajo de kilómetros, amigos y silencio. Pero llegado el momento, tuve que volver, me di cuenta de que no puedo huir eternamente, de que no puedo callar eternamente. Así que ahora estoy en mi cuidad, o mejor dicho, en la que fue mi cuidad durante 11 años. Donde está él. Ha intentado verme, seguirme, y el otro día me agredió, pasé unos días muy asustada. Pero después me vine arriba de nuevo. Me resisto a creer que esto no vaya a acabar nunca... He venido aquí a recuperar mi vida, mi autocontrol, mi fuerza y mi capacidad de decisión. Así que Intenté quedar con él para hablar, pero me dejó plantada. Cuando estábamos juntos lo hacía muchas veces, no sé por qué… tardaba en aparecer, o no llegaba a venir, apagaba el móvil, no contestaba el teléfono, o contestaba para decirme que estaba en casa, que se había olvidado. Que se había olvidado de mí. A mí me dolía, pero no era capaz de decir nada, de enfadarme, de reprocharle nada… a veces todavía tengo miedo de que fuera mejor así. Es decir, tengo un carácter muy fuerte, un mal pronto, como se suele decir. Así que he llegado a sentir que era mejor cuando estaba "domada". A él no podía contestarle, ni levantarle la voz, ni era exigente, ni gritona, ni me enfadaba, ni podía reprocharle nada. A veces me gustaría poder ser así con mi novio (sí tengo novio, o algo así, es una larga historia). Él es un ángel, y a veces me da por pensar en que si con él me porto así, y sin embargo con mi ex me "portaba bien", a lo mejor es porque merezco o necesito que me traten mal para ser una "buena chica". ¿Para respetar a mi pareja, necesito temerle? …Ya sé que esto no es así, pero a veces me viene el pensamiento a la cabeza. Comprendo que no es cierto, pero eso no hace que pueda dejar de pensar en ello, de tener miedo de que sea la verdad…
Mª Antonia dice que tengo un carácter bastante insoportable, y creo que tiene razón.
Él también me lo decía. Que era una fiera, que por eso le excitaba domarme. Les decía a sus amigos que yo era una puta, que me gustaba que me tratasen mal. Me hacía sentir culpable por tener un carácter tan difícil, le pedía perdón por exigir tanto cuando en realidad yo no estaba exigiendo nada. Y él contestaba que era mi tabla de salvación…
Perdonadme, estoy algo cansada, llevo varios días enferma y no soy capaz de hacer mucho.